¿Por qué nuestros autores quieren publicar libros en Editorial Líberman?

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Información útil para autores; escribir versus editar

 En todos los lectores existe esa vocación secreta que se da en cualquier escritor, en todos los autores y creadores literarios que se hace evidente cuando creemos en nuestra propia capacidad para crear una obra. ¿Quién no sueña con triunfar con un libro y vivir de los derechos de autor de una gran novela? Aunque escribir bien no es nada fácil ser autor de una historia puede estar al alcance de un lector con imaginación y deseos de crear.

Son muchos los relatos que podrían ser un guion de cine pero que no llegan a sostenerse literariamente, porque “no basta con contar una buena historia, hay que saber contarla”. Todo oficio requiere una técnica y un grado de arte.

 Editar libros es una pasión tan legítima como escribirlos. Lo sé por experiencia. Ya de niño inventaba historias que escribía con mi mejor letra, dibujaba con lápices de colores y grapaba, como un cuadernillo con vocación infantil y pretensión desmesurada de llegar a ser un libro. Antes que nada, podría decir como Juan Eslava Galán, que «soy quien soy porque soy lector». Como lector, como escritor y como editor, humana y sinceramente, confieso que amo los libros tanto como a mis mejores amigos, tanto como a la propia vida.

Soy editor, un amigo sincero de los autores

Aprendí el oficio de editor como un autodidacta a pie de imprenta. Con más de diez mil horas de oficio y tras haber mantenido mi propia editorial (Líberman) más de 15 años, ya puedo presumir de ser un profesional.

He editado (en el sentido inglés del término, como “cuidador” y artífice de una publicación escrita por otros) más de seiscientos títulos diferentes: para instituciones, para editoriales más o menos exitosas, para medios de comunicación y para mi propia editorial.

Muchos de esos libros emblemáticos en su contexto o sector y otros de autores españoles prestigiosos, algunos poco conocidos, pero autores de calidad literaria y humana. Cada libro fue un reto y un aprendizaje no exento de dificultades, pero, finalmente, pleno de alegrías.

Dirijo la Editorial Líberman y, como un capitán de barco en el mar incierto y tormentoso de la Cultura, procuro compaginar mi pasión con mi oficio, mi deseo con el deseo de mis autores, mi beneficio legítimo con los legítimos beneficios de ellos, y con sus derechos de autor.

Manuel Pimentel, exministro y socio fundador de la editorial andaluza Almuzara, ha dicho que “los editores deben ser mitad empresarios y mitad poetas”. Y lo explica con este ejemplo, si predomina su carácter empresarial se irán pronto a otro sector y si predomina su esencia lírica se arruinarán más pronto aún.  En ese equilibrio entre la necesidad común de publicar sin arruinarse y crecer como empresa cultural cabría preguntarse: ¿Qué espacio queda para el diálogo y el encuentro honesto entre editor y autor, como aliados, no como enemigos?

Editar libros en un país… ¿poco lector?

La realidad del amplio mundo de la edición no es fácil de reflejar siquiera con los estudios anuales del Gremio de Editores, realizados a través de consultas telefónicas, fáciles de maquillar.

La realidad sistémica del mundo del libro parece aún más compleja que los indicadores utilizados en esos informes, aunque sean bienvenidos y celebrados.

¿Suben o bajan los índices de lectura tras la pandemia? Parece que sí, que se lee más porque el confinamiento nos dejó más tiempo para redescubrir el placer de leer. Además, ha aumentado el prestigio público de confesarse lector.

Admitiendo el criterio de que ser “lector habitual” es leer un libro al trimestre, como aplica ese informe, es muy probable que hayan aumentado los índices de lectura y la cifra de libros adquiridos. Aunque también se han concentrado los títulos en una veintena de “best-seller” por la promoción anticipada (publicidad engañosa) de los que figuran prematuramente en el top de “listas de más vendidos” apenas antes de llegar a las librerías.

Aun así, vivimos en una sociedad española contradictoria en la que más del 40% de personas no lee nunca y donde crece el número de jóvenes, por encima del 50%, que aseguran con descaro “no leer porque no les gusta”.

Habitamos una sociedad donde niños, jóvenes y adultos buscan saciar su sed de relatos primordialmente a través del brillo acelerado de las pantallas, de las series audiovisuales de las plataformas, o como adictos crecientes a lo efímero, hiperactivos “lectores” de mensajes y memes en redes sociales como informaciones dispersas para el olvido.

Ecosistema de editoriales

Si queremos analizar todo el espectro editorial tendríamos que analizar cuatro niveles: grandes editoriales, Amazon, editoriales independientes y editoriales de autoedición.

En la primera división de esta liga encontramos enfrentados a los grandes conglomerados editoriales. Organizaciones con concentración de capitales distribuidos en multitud de sellos que los lectores no vinculan a las empresas matrices y, por otro, a las editoriales independientes que tratan de sobrevivir con dificultades, abonar sus nóminas, sus deudas a imprentas y cumplir con su compromiso de poder pagar sus derechos de autor con la renta eximia que les ofrecen los pocos ejemplares vendidos entre distribuidoras y librerías.

Algunas otras son aquellas que se mantienen sostenidas por haber encontrado determinados nichos de mercado temáticos, premios subvencionados por instituciones o perlas literarias traducidas de otros pagos tras alcanzar éxito en determinados países.

Frente a todas estas empresas editoriales, el gigante de Amazon vende todo lo que se pueda envolver física o digitalmente. El gigante de la distribución monopoliza el espacio de mercado de los pequeños comercios y de las librerías, pero también de los editores con la edición en papel y en kindle, o la impresión punto a punto, libro a libro bajo demanda.

A este panorama complejo se han unido recientemente las editoriales de autoedición que presumen de su éxito (no citaré ninguna para no darles más publicidad) y que son lógicas en un proceso de creciente democratización cultural del acceso a la producción escrita.

Si editar antes era una opción minoritaria para una élite de escritores, seleccionados por editoriales que apostaban su dinero por ellos, en base a su supuesta calidad, garantizada (¿) por sus previsibles ventas comerciales; ahora editar es un camino fácil para cualquiera a condición de pagar su autoedición, surgiendo escritores y libros que se publican como churros, a veces sin leerlos detenidamente por la propia editorial de autoedición.

No seré yo quien niegue el derecho a escribir a nadie, al contrario. Todos sabemos que incluso El Quijote se publicó pagando previamente dinero Cervantes a la imprenta. Son muchos los autores prestigiosos españoles que pusieron dinero para ver impreso su primer libro hasta llegar a ser reconocidos por su valor.

La fe en los libros, en las personas y en los equipos

 ¿Qué he aprendido como editor tras mi larga experiencia?

Que hay que mantener el amor al libro y a la obra bien publicada, y que eso solo es posible creando equipo con los autores. El objetivo no es otro que obtener la mejor versión posible de un original hasta verlo editado.

Publicar a riesgo completo por la editorial o compartido en coedición con el autor o autora, con pre-reserva de ejemplares para él o ella, como hacemos en Editorial Líberman; o a demanda de los autores como hacemos en nuestro sello Aladia de Letras o Colibrí de poesía, es indiferente. Lo importante es el resultado final y que el libro, bien editado, llegue al lector que lo valore.

Sea por una cadena mixta de distribución y librerías, de venta online o por otras plataformas, de venta en mano en presentaciones, en ferias o entre amigos, con una espiral de marketing y promoción para que el libro se mantenga vivo, garantizando siempre los derechos de autor por ejemplares vendidos.

Así lo han comprendido y valorado autores significativos que, habiendo publicado con grandes editoriales, lo han hecho también con Editorial Líberman. Ejemplos memorables son Juan Carlos Cubeiro, Manuel Lombardo, Alfonso Fernández, José Cañas, Juan Jurado, José Luis Ríos, Pedro Morillas (de Perú), Laura Mayo (de Argentina)…

Del mismo modo, merecen especial mención otros autores famosos que han participado en nuestros libros colectivos: Juan Eslava Galán, Salvador Compán, Miguel Picazo… (Historias Republicanas) o poetas como Joaquín Sabina, Fanny Rubio, Francisco Morales Lomas, Juan Carlos Abril, Rocío Biedma… (Poesía Solidaria, antología de poetas andaluces de Jaén).

Los libros nacieron con la voluntad de compartir conocimientos y ayudarnos a colaborar por una sociedad mejor. Si superamos los egos propios de cada uno, si reforzamos el potencial del equipo editor-autor y aspiramos a la calidad de nuestros libros…. Todo ello dará sus mejores frutos para permanecer como palabras escritas en el tiempo.

 

Pedro Molino / CEO de Líberman

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